viernes, 31 de octubre de 2014 0 comentarios

"Sólo es feliz aquel que cada día

puede en calma decir: Hoy he vivido.
Que nuble el cielo Júpiter mañana
o lo esclarezca con el sol más vivo,
nunca podrá su mente poderosa
hacer que, lo que fue, ya no haya sido,
ni logrará que no esté ya acabado
lo que colmó el momento fugitivo".


Horacio, Lib. III, oda 29
jueves, 23 de octubre de 2014 0 comentarios

Después de la tormenta... siempre se ve más claro


"El vendedor de pararrayos todavía habita esta tierra; sigue viajando en tiempos de tormenta, y hace pingües negocios con los miedos del hombre".

El vendedor de pararrayos (1856) - Herman Melville



El vendedor de humo (2012) - Jaime Maestro

miércoles, 15 de octubre de 2014 0 comentarios

Íntima soledad


"Ulises miraba y pensaba en lo que habría al final del mar. Pensaba en que quizá no hubiera final, en que quizá el mundo continuara al otro lado del horizonte. Pensaba en que quizá hubiera mar y más mar, y después del mar otros puertos desconocidos donde atracar.
-¿En qué piensas?-le preguntó Penélope.
-En nada-contestó Ulises, pero su mirada se perdía en el infinito, allí donde se yerguen las columnas de Hércules que dominan el mar color vino".

Las aventuras de Ulises (2007) - Giovanni Nicci

martes, 7 de octubre de 2014 0 comentarios

"En mí la imaginación lo es todo"


"Para gozar plenamente de una cosa,
tengo que saber que no está al alcance de los demás,
que es un privilegio".

(fragmentos recogidos de distintas fuentes impresas y electrónicas transformados en declaración)

"Conservo un recuerdo delicioso de mi infancia. Puedo afirmar que entonces gocé de algunos años de felicidad completa. Mi madre adoraba la música y, viéndome dotado para ese arte, me hizo pasar a los trece años del liceo al Conservatorio, no sin alguna ligera oposición por parte de mi padre. Un día, a los diecisiete años, tomé la decisión de abandonar la música para dedicarme a la poesía: acababa de configurarse mi vocación.
A partir de aquel momento se apoderó de mí la fiebre del trabajo. Trabajé, por así decirlo, día y noche a lo largo de varios meses, al cabo de los cuales escribí La Doublure. Cuando estaba escribiendo La Doublure, a la edad de diecinueve años, me sobrevino una curiosa crisis. Durante algunos meses experimenté una sensación de gloria universal de extraordinaria intensidad. Tenía la gloria, lo que escribía estaba rodeado de rayos; cerraba las cortinas, porque tenía miedo de la menor rendija que hubiese dejado pasar al exterior los rayos luminosos que salían de mi pluma; quería retirar la pantalla de pronto e iluminar el mundo. Dejar circular aquellos papeles hubiera producido unos rayos de luz que hubieran llegado hasta la China, y la muchedumbre alocada se hubiera arrojado sobre la casa. Pero, por muchas precauciones que tomase, algunos rayos de luz se escapaban de mí y atravesaban las paredes; llevaba en mí al sol y no podía impedir aquella formidable fulguración de mí mismo [...] En ese momento único viví más que en todo el resto de mi existencia.
¡Ah!, esa sensación de sol moral, no he podido volverla a encontrar jamás, la busco y la buscaré siempre. Daría todos los años que me quedan de vida para revivir por un instante esa gloria".


"Cuando apareció La Doublure, el 10 de junio de 1897, su escasa aceptación fue para mí un golpe terrible. Tuve la impresión de que caía en tierra desde lo alto de una prodigiosa cúspide de gloria. El resultado principal de aquel impacto emotivo fue una grave enfermedad nerviosa que me aquejó durante mucho tiempo. Me puse a trabajar de nuevo, pero con más prudencia que en la época de mi gran crisis de agotamiento. Ninguna de mis obras me satisfizo, y luego me dediqué a la experimentación durante varios años. Esta experimentación era para mí una tortura, y he llegado a revolcarme por el suelo, presa de accesos de furia, al sentirme incapaz de conseguir las sensaciones de arte a las que aspiraba. Finalmente, hacia los treinta años, tuve la impresión de haber hallado mi camino en las combinaciones de palabras. Se trata de un procedimiento muy peculiar. Y en mi opinión tengo el deber de revelarlo, ya que me parece que tal vez los escritores del futuro podrían usarlo con provecho.
Escogía dos palabras casi semejantes (al modo de los metagramas). Por ejemplo, billard (billar) y pillard (saqueador, bandido). A continuación, añadía palabras idénticas, pero tomadas en sentidos diferentes, y obtenía con ello frases casi idénticas. Por lo que respecta a billard y pillard, obtuve las dos frases que siguen:
Les lettres du blanc sur les bandes du vieux billard... (Los caracteres de tiza sobre las orlas del usado billar...)
Les lettres du blanc sur les bandes du vieux pillard... (Las misivas del blanco sobre las hordas del viejo bandido...)
Una vez encontradas las dos frases, mi propósito era escribir un cuento que pudiera comenzar con la primera y terminar con la segunda. La necesidad de resolver este problema me procuraba todo el material que yo empleaba. Este procedimiento evolucionó y me llevó a tomar una frase cualquiera, de la que extraía imágenes, dislocándolas al modo de un jeroglífico.
En resumen, este procedimiento se halla estrechamente emparentado con la rima. En ambos casos existe una creación imprevista debida a combinaciones fonéticas. Se trata de un procedimiento esencialmente poético. Una vez hallado, es preciso saber utilizarlo correctamente. Y, del mismo modo que con la rima pueden hacerse buenos o malos versos, con este procedimiento pueden escribirse obras buenas o malas".


"Aun así, la publicación de mis obras pasaba inadvertida. Me dolía la incomprensión que me rodeaba y pensé que tal vez ganaría más fácilmente el favor del público a través del teatro que a través del libro. Convertí Impresiones de África en una obra teatral que hice representar primero en el Teatro Fémina y luego en el Teatro Antoine. Fue más que un fracaso. Fue un auténtico escándalo. Me llamaban loco, jaleaban a los actores, arrojaban calderilla al escenario y el director del teatro recibía cartas de protesta. Hice una gira por Bélgica, Holanda y el norte de Francia sin alcanzar mejores resultados. Entre tanto iba escribiendo Locus Solus. El libro pasó tan inadvertido como el anterior. Quise recurrir de nuevo al teatro y pedí a Pierre Frondaie que escribiera una adaptación escénica de Locus Solus. La hice representar con gran riqueza de medios en el Teatro Antoine. El día del estreno se produjo un tumulto indescriptible. Fue una verdadera batalla porque, en esa ocasión, aunque casi todo el auditorio me era adverso, contaba al menos con un grupo de fervientes partidarios. {Los dadaístas y los futuros surrealistas aunque Roussel nunca se identificó con ellos llegando incluso a manifestar 'Dicen que soy dadaísta. No sé qué es el dadaísmo'} El hecho fue muy comentado y me convirtió en un personaje conocido de la noche a la mañana.
Pensando que tal vez la incomprensión del público se debiera al hecho de que las obras teatrales que hasta entonces le había ofrecido eran adaptaciones de libros, decidí escribir una obra destinada especialmente a las tablas. Escribí L'Étoile au front e hice que se representara en el Vaudeville. Nuevo tumulto, nueva batalla, pero esta vez mis partidarios eran más numerosos. También en aquella ocasión la crítica se cebó en mi obra y nuevamente habló de locura y mistificación. Hubo periodistas que entrevistaron a los actores para saber si escribía mis obras en serio o con la intención de tomar el pelo a la gente. Después de L'Étoile au front, escribí La Poussière de soleils, que hice representar en la Porte-Saint-Martin. Se quitaban de las manos las entradas para el estreno y la afluencia de público fue enorme. Muchos acudían con el único deseo de asistir a una sesión tempestuosa y desempeñar un papel en el tumulto. Nadie comprendió la obra y, salvo raras excepciones, las reseñas de los periódicos fueron detestables".


"También quiero dejar constancia aquí de un hecho bastante curioso. He viajado mucho. En 1920-1921 di la vuelta al mundo siguiendo la ruta de la India, Australia, Nueva Zelanda, las islas del Pacífico, China, Japón y América. (En el curso de este viaje me detuve en Tahití, donde hallé todavía  a algunos personajes del admirable libro de Pierre Loti). Conocía ya los principales países de Europa, Egipto, y todo el norte de África, y más tarde visité Constantinopla, Asia Menor y Persia. Se da el caso, sin embargo, de que ninguno de estos viajes me procuró el menor material para mis libros. Me pareció que valía la pena señalar este hecho por cuanto muestra de modo muy palpable la importancia que tiene en mi obra la imaginación creadora. La obra no puede tener nada que sea real... tiene que ser una combinación totalmente imaginaria. Si la descripción tuviese algo que fuera real, sería fea.
Llegado al término de la presente obra, no puedo dejar de insistir sobre la dolorosa contrariedad que ha supuesto siempre para mí la incomprensión hostil casi general que ha acogido mi producción. (La primera edición de Impresiones de África tardó veintidós años en agotarse.) Sólo he conocido en mi vida la auténtica sensación de éxito cuando cantaba acompañándome al piano y sobre todo cuando hacía imitaciones de actores o personas conocidas. Al menos en estas ocasiones mi éxito era enorme y unánime.
A falta de otra cosa, me refugio en la esperanza de obtener alguna audiencia póstuma a través de mis libros".





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