"¡Que todos los Dioses me conserven, hasta el momento en que se acabe este mi aspecto de mí mismo, la noción clara y solar de la realidad exterior, el instinto de mi ninguna importancia, la tranquilidad de ser pequeño y de poder pensar en ser feliz!
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Un hombre puede, si posee la verdadera sabiduría, gozar de todo el espectáculo del mundo desde una silla, sin saber leer, sin hablar con nadie, sólo con el uso de sus sentidos y con que el alma no sepa estar triste".
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