martes, 20 de febrero de 2018

"Subyugado pero nunca abatido,

Joseph Conrad
rendí mi ser a esa pasión que diversa y grande como la vida misma, también tuvo esos periodos de maravillosa serenidad que incluso una amante inconstante puede a veces proporcionar sobre su apaciguado pecho, lleno de ardides, lleno de furia, y, sin embargo, capaz de arrebatadora dulzura. Y si alguien apuntara que se trata, sin duda, de la lírica ilusión de un viejo corazón romántico, ¡le respondería que durante veinte años había yo vivido con mi pasión como un ermitaño! Más allá de la línea del horizonte marino el mundo no existía para mí con tanta seguridad como no existe para los místicos que se refugian en las cumbres de altas montañas. Hablo ahora de esa vida interior que contiene lo mejor y lo peor de cuanto puede acaecernos en las temperamentales profundidades de nuestro ser y donde un hombre debe, en efecto, vivir solo, pero sin haber por ello de renunciar a toda esperanza de mantener contacto con sus semejantes".

El espejo del mar. Recuerdos e impresiones (1906) - Joseph Conrad

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