"Schopenhauer fue un misántropo incorregible durante toda su vida. Con la edad, se convirtió en un viejo gruñón y cascarrabias que se entendía mejor con su perro, Butz, que con los miembros de su propia especie. Lo trataba con más deferencia que a muchas personas y no era raro encontrarlo hablándole al perro como si éste pudiera entenderle. Claro que a veces también se enfadaba con él. Entonces lo increpaba con uno de los insultos que Schopenhauer imaginaba más humillantes: <<¡Humano!>>".
Filosofía para bufones (2008) - Pedro González Calero
0 comentarios:
Publicar un comentario